Jorge Eduardo Eielson - A un pájaro de nombre Charlie Text

Songtext zu A un pájaro de nombre Charlie


A todos aquellos que, como yo,
aman el jazz y las estrellas.

Si alguna vez confundes
tu corazón con tu sexo y tu sexo
con un saxofón que llora
en una calle oscura,
o si derramas amor a manos llenas
sin que nadie lo reciba,
y asustado como un niño te despiertas,
y ya no hay caricia,
ni desayuno tibio,
ni vestido viejo, ni vestido nuevo,

y ni una sola gota de materia
que te recuerde el universo entero,
sino tan sólo
un saxofón que no te da tregua,
un saxofón que no te da tregua,
es porque Charlie respira.

¿Recuerdas cuando tocaba
"'Round About Midnight"o "Perdido"
y toda Nueva York se arrodillaba
como si hubiera visto a Dios
en traje oscuro y saxofón de fuego?

Y si descubres el rocío
en el Central Park o Washington Square
después de haber tomado tanto,
porque ya no tienes lágrimas ni saliva
para besar a nadie
cuando quisieras besar a todos.

Si olvidas todo, huyes de todo, pierdes todo,
pero conservas en quién sabe qué bolsillo
la perla atroz de la belleza y la locura,
si lo que llamas vida es solamente
el vino añejo de un instante
el minuto que desaparece cada día
por el water closet y regresa transformado
en un pájaro amarillo,
si el café negro y el whisky puro
se parecen tanto al cabello rubio
de una muchacha que solloza amargamente
entre tus brazos, si tu álma frágil
y tu cuello de basalto, tu cigarrillo
igual a un lucero siempre encendido,
tu pantalón y tu camisa
siempre en la silla,
si todo eso y muchas otras cosas todavía
te recuerdan la tristeza y el fulgor
de Harlem bajo la lluvia,
es solamente porque existe
un saxofón que no te da tregua.

Es porque Charlie respira,
porque en sus labios se enciende y se apaga
una galaxia que no nos aniquila
como un pensamiento o una cifra aciaga.
¿Acaso la música no es la medida,
la suma total de cuanto existe,
y nuestra propia vida sólo el sonido
de una orquesta que se afina noche y día?
¿Recuerdas las manos de Bud en el piano
volando como pájaros vivos
sobre cascadas de luz y cristales hirvientes?
¿Y la trompeta de Dizzy en la noche
que todo lo volvía incandescente,
y hasta el Empire State se derretía
como si fuera de oro puro?

¿Y cuando Max tocaba la batería?
¿Recuerdas sus manos armadas
de millares y millares de centellas
que él lanzaba a tus oídos,
a tu corazón y a tu ombligo?

(Todo era ritmo, entonces
tambor, el cielo entero,
tambor, la luna llena,
y todo lo que nos rodeaba,
tambores solamente
porque de ritmo somos,
y hasta de ritmo,
aunque de falta de ritmo,
morimos. Con nosotros
nace el ritmo
que no es tiempo ni sentido,
ni tampoco alborozo,
sino más bien latido.
Tambor de piel humana
que se quema,
huesos que no son huesos,
sino vacío
infinitas flautas
de oxígeno divino,
que tampoco es nada,
sino ritmo,
luz que rebota
de nota en nota
en nuestro oído
disfrazada de sonido.).

Y si alguna vez,
lejos de caos de nuestro origen,
del insondable gorila que se asoma
tristemente en tu mirada,
lejos del tiempo y la rutina
de nuestro amor lleno de trapos,
de miserables botones, faldas y pantalones
que se arrugan fácilmente,
si de tanto correr tras de la luna
bajo cipreses que igualmente corren
sin darte nunca la mano,
no te queda sino el ritmo de las cosas,
el resplandor de los objetos,
un tambor en la cabeza,
una botella entre los brazos.
Si después de tanto goce y tanto llanto,
tanto inmóvil viaje hacia la nada,
el rayo violeta de Saturno
baña tu cuerpo y tus sábanas sucias,
y ya cercano al fin arrojas
la inútil perla al tacho de basura,
o como un perro escondes
tu viejo saxofón debajo de la cama,
si tus costillas, tu cráneo, tu sonrisa,
tu pasta de dientes con sabor a tierra
te recuerdan que la vida
es sólo harina, pan para el gusano.

Si la sublime rosa suelta
sus últimos protones en lugar de su perfume,
o el cubo de la luz se apaga para siempre,
si te parece que no sabes nada
porque no puedes decir nada,
ni sobre el amor ni sobre el ritmo,
si en vez de la fórmula sagrada
de la imposible nota jamás escuchada
encuentras sólo silencio, oscuridad, entropía
las calles lluviosas de Harlem,
más lluviosas y frías aún,
si tu cuarto de hotel en penumbra
se ilumina como un hotel cuando miras
una vieja fotografía de tu madre joven,
extrañamente azul y sin calzado,
y suena y suena en tu pecho cansado
un saxofón que no te da tregua,
un saxofón que no te da tregua.

Si todo eso no es bastante todavía,
no te olvides que Charlie es un pájaro herido,
y que su grito es tu propio grito
cuando abrazas, lleno de rabia,
una extraviada muchacha de cabellos rubios,
y te duelan más que nunca las estrellas
en tu pobre corazón de niño
y en tu glande estremecido.

Jorge Eduardo Eielson - A un pájaro de nombre Charlie Songtext

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